miércoles, 21 de agosto de 2013

Hechas de otra pasta.

Buceando por el infinito mundo de Youtube, por una serie de circunstancias me dio por ver vídeos de mujeres consideradas como luchadoras tanto por su vida privada como musicalmente. Ello  me llevó a darme cuenta de que aquellas cantantes de entonces, de ahora y de siempre están hechas de otra pasta. 

Todo lo que ellas aportaron y aportan, está siendo muy imitado actualmente, y la ignorancia de los nuevos fans hace que las cantantes de ahora sean más grandes gracias a la imitación.

La primera por la que voy a comenzar es por la gran Tina Turner. He de reconocer que nunca me ha llenado las canciones que siempre se recuerdan de ella. Si bien, investigando más sobre su vida y viendo vídeos de ella en directo, supo atraparme a esta altura de mi vida. 

Es un vídeo de un directo de ella cantando Proud Mary (su versión de este mítico tema de Cledence Clearwater Revival) que la hiciera muy popular en su momento.

La edad es algo, que muchas veces nos tortura a las mujeres, igual nos lo tomamos como un signo inevitable de debilidad ante la vida (otra típica diferencia con el paso de los años de los hombres) Pues bien, en este caso quiero decir que en el siguiente vídeo la gran Tina tenía 43 años, y lo digo como algo positivo porque se ve a simple vista que es una persona llena de energía, sensualidad natural y originalidad, que más quisieran algunos con esa edad. ¿No recuerda a alguien muy conocida actualmente?





Y aquí está la misma canción en 2009, con tan sólo 70 años, lo cual es un ejemplo de que el paso del tiempo no quiere decir que no puedas seguir siendo tú, tu esencia y tu energía.




Por otro lado, nos encontramos a la galesa Shirley Bassey, cuya voz tiene el poder de erizar los pelitos en tan solo un segundo. Ella fue la encargada de poner el chorro de voz a la canción Goldfinger (aunque no fue la única canción para la que prestó su voz para la saga de James Bond; casualmente la gran Tina en el 1996 cantó  Golden Eye para la banda sonora de ésta misma)

En el siguiente vídeo de 1973, se puede ver que a Shirley Bassey sólo le hace falta su gran voz y su manos para transmitir su historia y su sensualidad.



En la gala de los Oscar de 2013, se celebró el 50 aniversario de la primera película de James Bond, aunque no me termine de convencerme esta saga por el tratamiento que tienen con las mujeres (tema aparte) eso no quita para que tengan grandes canciones. Aquí vemos como Shirley Bassey con 76 años sigue transmitiendo con su gran voz.


En cuanto a Gloria Gaynor, la verdad que no se mucho de ella. Si bien, me basta con saber qué significa una mítica canción de ella, ultraescuchada hasta la saciedad, pues transmite un mensaje de dignidad y amor por una misma con una sóla canción.


Por último, finalizo con esta otra grande de la música: Janis Joplin, la que fuera artífice de la mítica frase " hago el amor con 25.000 personas en el escenario y luego vuelvo a casa sola". Fue un símbolo de liberación para la mujer, de fortaleza, de cómo desquitarse de mandatos y represiones morales y sociales que existían en la década de los 60 hacia la mujer. Las mujeres de la época la veían como un ejemplo. Sin embargo, en su vida ella buscaba aceptación, comprensión y que la quisieran, lo cual no encontró. Intentó llenar su vacío de muchas maneras...y se nos fue.

A mi esta cantante me produce tanta ternura... me hubiera gustado estar a su lado y decirle: no estás sola, Janis.


miércoles, 14 de agosto de 2013

Los muertos vivientes (el cómic)



La primera vez que me recomendaron los muertos vivientes, hace más de dos años y medio, pensé “¿zombies en un cómic?, no tiene buena pinta”. “Prefiero seguir con Sandman” contesté mientras lanzaba una mirada de confusión y desconfianza a la obra de Robert Kirkman.

Sin embargo, parece que tenía que leer esta maravillosa obra porque volvió a mí mucho más tarde, y como no quería desafiar al universo y su manera no muy sutil de mandarme mensajes y señales, le hice caso y me puse a leer el primer número.
No estuvo mal, me gustó, se leía rápido y pronto descubrí que Kirkman utiliza increíblemente bien los cliffhanger. Enamora al lector y consigue que la lectura del siguiente número se produzca inmediatamente.

Tras mi experiencia con los primeros cinco números ya estaba oficialmente encandilada por la historia y procedí a leer los 16 siguientes en apenas dos semanas. Creo que gracias a mis esfuerzos de autocontrol y de postergación del placer, me duraron tanto, porque bien podría haberlos leído todos en unos días…

Entremos al trapo y veamos de qué va esta magnífica historia.

viernes, 9 de agosto de 2013

Diálogos merodeadores (I): experiencia, sensibilidad y juicio de valor



Las Nuevas Tecnologías y el tiempo libre se conjugan en verano como dos espacios de reposo unidos por la constelación "amistad". Un ejemplo de ello lo constituyen las diversas conversaciones soslayadas por los rincones incautos de nuestro mapa-mundo merodeador, conversaciones fruto del interés y la pasión por compartir lo que la sesera y el corazón a veces aguardan.

Imagen: Las tres gracias (Rubens)

Si revisamos la memoria del "giratiempo" que nos ha acompañado en los últimos días, tres son las temáticas en torno a las cuales han gravitado nuestros diálogos:

1) La relación entre experiencia, sensibilidad y juicio de valor; con la sagaz merodeadora Yurena.

2) La correspondencia entre las sensibilidades musicales y el estado emocional; con la lucidez nocturna de la merodeadora Adassa.

3) Apreciación estética, personalidad y vestimenta adolescente: un ejercicio de retrospección; con la afabilidad de la merodeadora Rebeca.

Puesto que cada uno de estos temas posee un nódulo conceptual común –aquel relativo a los juicios estéticos y sensibilidades–, considero oportuno dedicar un post (o los que sean necesarios) a la reflexión que a raíz de ellos se genera. Empecemos por el punto 1 (la relación entre experiencia, sensibilidad y juicio de valor).

Imagen surrealista de Salvador Dalí

Un debate de importancia significativa que concierne tanto a los fundamentos teóricos de la estética filosófica como a los postulados de la denominada Psicología de la Gestalt es aquel relativo a los juicios de valor derivados de las percepciones y experiencias “sujeto-objeto”. Estableciendo una diferenciación entre la “sensación” –entendida como la entrada de información sensorial en nuestro organismo– y la “percepción” –concebida como el procesamiento cognitivo que se ejecuta en nuestro cerebro correlativamente a la adquisición de “material sensorial”– podemos decir que, si bien en ambos procesos se requiere la función cognitiva atencional, sólo en la percepción están implicados mecanismos cognitivos complejos tales como la memoria, el razonamiento, la imaginación o la inteligencia.

A la hora de llevar a cabo un “juicio de valor”, esto es, la articulación de un enunciado que contenga valoraciones u opiniones concretas que estimen o desestimen un concepto, objeto o hecho, diversos elementos cognoscitivos se activan. Si aceptamos que la cualidad lógica y relacional de dichos elementos depende del componente perceptivo, es decir, de los procesos de asimilación, integración y canalización de la información adquirida, podríamos aceptar que la “experiencia” se torna condimento indispensable para la confección de cualquier juicio de valor.

Dadas estas consideraciones, cabe aludir a las siguientes cuestiones: (1) ¿hasta qué punto la experiencia o, en otras palabras, la interacción sujeto-mundo determina la fortaleza y validez de los juicios de valor?; (2) ¿de qué manera la experiencia inmediata con un sujeto u objeto es directamente proporcional a una mayor sensibilidad artística, estética o afectiva con respecto al mismo? Para responder estas preguntas es menester atender qué componentes han conformado la temática objeto de análisis en nuestro debate merodeador:

Por un lado, tenemos una película, producto cultural u obra de arte que suscita unas reacciones físico-químicas autónomas –emociones– a la par que unas consideraciones lógico-cognitivas intencionadas –reflexiones–; por otro lado, hallamos unos juicios de valor derivados de ambas reacciones o respuestas –emocionales y mentales–. Sin intención de establecer una relación dicotómica irresoluble entre “razón-emoción” (sobre la cual Antonio Damasio ha ofrecido información extraordinariamente relevante y, de cierta manera, “copernicana”), pasaremos a observar de qué manera estos componentes se articulan en una serie de dimensiones que conviene tomar en consideración:

a) La dimensión concerniente a los juicios de valor (predominancia de lo cognitivo-lógico-racional).
b) La dimensión referente a la sensibilidad estética-emocional (predominancia de lo afectivo-emocional).
c) La dimensión relativa a la experiencia (aspecto fáctico).

Si bien se puede decir que cada una de las dimensiones se ve influenciada por la anterior, es decir, la última (c) fundamenta las dos primeras y, a su vez, la segunda incide notablemente sobre la primera, cabe aceptar una condición bidireccional que forja imbricadamente la retroalimentación de dicha triada dimensional. Llegados a este punto, estimamos oportuno –siguiendo a Kant– realizar una diferenciación entre el juicio lógico y el juicio estético; este último, en contraste con el primero, no aporta conocimiento sobre el objeto en cuestión ni se apoya, en el caso de la belleza, en ningún fundamento de interés relativo al sujeto o al objeto. Veamos lo que nos dice Wikipedia al respecto:

“Kant determina tres tipos de complacencias: la de lo agradable, que es aquel tipo de obra que simplemente deleita, la de lo bueno, que es estimado bajo valor objetivo con atributos ajenos al juicio desinteresado, y lo bello como aquello que place. Sólo lo bello entra en el ámbito del auténtico juicio estético, pues es una complacencia desinteresada y libre, sin reposar en interés alguno, ni el de los sentidos, ni el de la razón, ni el de la fuerza de aprobación.”

Imagen: Inmanuel Kant

En concordancia con nuestros análisis, podríamos decir que la conmoción correlativa al juicio estético entroncaría con la denominada “sensibilización”, esto es, la cualidad pura y cruenta de mimetizarnos con el producto artístico o, al menos, percibir en nosotros un sentimiento de apreciación o belleza ajeno –en principio– a los filtros del razonamiento consciente1. Teniendo en cuenta, por un lado, que la “belleza libre” se diferencia de la “belleza adherente” en la indeterminación conceptual del juicio emitido –de modo que esta última sería dependiente del concepto o fin del objeto sentido/percibido2–, y tomando en consideración, por otro lado, que la experiencia (vivencia y memorización de un hecho) implica cierto procesamiento lógico de la información, cabe estimar que la sensibilidad “desnuda” de conceptos referente a una obra de arte puede situarse más allá de una correlación necesaria con la existencia/ausencia de una determinada experiencia.

Siguiendo la línea de estos razonamientos, consideramos oportuno recurrir a Locke y su noción de “ideas”: si bien las “ideas simples” acaecen en y desde la mente por la afección de los sentidos, “las ideas complejas”, sin embargo, operan a un nivel que supera la condición limítrofe de los datos sensoriales. En este sentido, el potencial cognoscitivo de estas últimas quedaría desembarazado de toda delimitación sensorial, posibilitando la creación de ideas “sui géneris” desde las fértiles tierras del neocórtex. Por su parte, la propia Psicología de la Gestalt, en la medida en que propugna que el “todo” mental (la figura o “gestalt” en alemán) no se reduce a la suma de sus partes (las percepciones serían, por tanto, algo más que un cómputo infinitesimal de interacciones entre quarks y leptones), también pondría en evidencia el carácter protagónico de la cognición en la construcción del conocimiento, por lo que la “exterioridad del mundo” tomaría una morfología antrópica en la mente humana que la supera o trasciende3.

Imagen manifiesta versus imagen física

Todo ello tornaría plausible la reflexión sobre la “autonomía” relativa que nuestros juicios estéticos, percepciones y razonamientos podrían tener con respecto a la realidad física externa. Retomando la temática objeto de estudio, consideramos que en el caso de los juicios estéticos y las sensibilidades artístico-afectivas la determinación experiencial se volvería aún más ininteligible [que en los juicios lógicos], siendo la imaginación y el entendimiento –como apunta Kant– elementos constituyentes fundamentales. Lo que pretendemos transmitir con estas reflexiones es que, dada la complejidad de todo procesamiento perceptivo, el entramado causal que impulsa a un sujeto a sentir o determinar la belleza de un acontecimiento o producto cultural es múltiple, por lo que asociar de manera monocausal e inequívoca la sensibilidad o el juicio estético con la presencia/ausencia de una experiencia concreta no resultaría del todo consistente.

Si bien los análisis hasta ahora expuestos nos invitan a plantearnos la relativa independencia causal entre “el mundo manifiesto” y “el mundo percibido”, más concretamente considerando la correlación entre la apreciación estética (sensibilización) y el número o carácter de las experiencias adquiridas con respecto al objeto/hecho en cuestión, a continuación reflexionaremos brevemente sobre la relación sensibilidad-juicio de valor. Siguiendo la misma lógica de los postulados anteriores podríamos decir que, a diferencia de la sensibilidad, el grado de certeza de un juicio de valor dependería mayormente del grado de conocimiento que se posea sobre un producto cultural, y no tanto de la intensidad sensitiva evocada por dicho objeto. He ahí la importancia que supone diferenciar primeramente el carácter constitutivo de las distintas dimensiones estudiadas (juicios lógicos o de valor, sensibilidad estética y realización fáctica).

A modo de conclusión, sin ánimo de caer en excesos o defectos informativos4, cabe resaltar que las consideraciones aquí soslayadas han pretendido, a grandes rasgos, analizar críticamente tanto la relación experiencia-sensibilidad como las relaciones de causalidad sensibilidad-juicio de valor. Ello ha supuesto tener en cuenta, por una parte, que la experiencia directa (recopilación sensorial) no debe ser considerada descuidadamente elemento totalizador, inequívoco o absoluto en la definición de las sensibilidades artísticas y, por otro parte, que estas últimas tampoco determinan incondicionalmente la validez de los juicios de valor. El “quid” de la cuestión radica, a nuestro entender, en tomar consciencia sobre la complejidad de las relaciones sujeto-objeto/mundo, así como de las sensibilidades, formas de conocimientos y juicios que se derivan de dichas experiencias.

JZRP

1 Cabe enfatizar que allá donde el juicio lógico está dirigido, principalmente, hacia el objeto (digamos, hacia las cualidades “objetivas” del mismo), el juicio estético estaría mayormente fundado y referido a las cualidades subjetivas, siendo el principal punto de reflexión o estudio el sujeto propiamente dicho. De ahí que Kant comente:

“Para distinguir si algo es bello o no, no referimos la representación mediante el entendimiento al objeto, con fines cognoscitivos, sino que a través de la imaginación (quizá unida con el entendimiento) la referimos al sujeto y al sentimiento de agrado o desagrado. Así pues, el juicio de gusto no es un juicio de conocimiento y, por tanto, no debe considerarse como lógico, sino que es estético, entendiendo bajo tal denominación aquello cuyo fundamento determinante no puede ser sino subjetivo.” (CJ, 3ss.).

2 Nuestros análisis se desviarían hacia otros derroteros –eminentemente pantanosos, aunque no por ello menos atractivos– si abordamos la cuestión concerniente a la posibilidad/imposibilidad de independencia “lógica” de los juicios estéticos en tanto que expresiones discursivas.

3 La posición por la cual el ser humano se concibe como ser determinante en la configuración o modo de “aparecer” del mundo exterior supone uno de los debates más suculentos de la epistemología filosófica (si procede, dedicaremos alguna entrada a ello).

4  Estimamos necesario subrayar que las consideraciones que aquí se realizan poseen un carácter breve y sucinto que, la mayor de las veces, no hace justicia a la profundidad de los debates existentes y dedicados a esta temática. Téngase en cuenta, por tanto, que lo aquí escrito no pretende ser algo más que una reflexión informal sobre temáticas de interés variadas, siempre abiertas a discusión, rectificación y debate.


viernes, 2 de agosto de 2013

Maus. La historia del holocausto protagonizada por ratones y gatos.


En mi segunda entrada quiero compartir con ustedes mis queridas merodeadoras, un cómic que apareció en mi vida hace ya unos cuantos años y cuya lectura tenía pendiente. Tras rescatarlo de mi estantería me arrepiento profundamente de no haberlo leído hace tiempo :).

Acercarse al delicado y espinoso tema del holocausto a través de animales como gatos, ratones, perros y cerdos puede parecer cómico e incluso carente de seriedad, pero nada más lejos de la realidad. Maus es un cómic profundamente áspero, riguroso y duro.
Relata la historia del padre de Art Spiegelman (el autor del cómic), Vladek Spiegelman, un judío polaco superviviente del Holocausto. Aunque el relato no se queda ahí, nos cuenta cómo es Vladek en la actualidad, se adentra en la psicología de este controvertido personaje, una persona tacaña, manipuladora y complicada de tratar.