Queridas merodeadoras, hoy tengo el
deleite de traer a estos mundos subrepticios [risas] un tema que ha lindado,
cuando no tocado de lleno, gran parte de las conversaciones por nosotras
desarrolladas: las repercusiones del entramado mental, esto es, los
pensamientos, sobre el bienestar subjetivo y, por extensión, colectivo.
Resulta que leyendo una entrevista
virtualmente expuesta en la web de Filosofía
Hoy1 el considerado filósofo
del entusiasmo y español, J. A. Marina, reflexiona sobre la inteligencia
humana a propósito de la salud mental en particular y las implicaciones
interactivas de la inteligencia en general. Algunas de las preguntas planteadas
son:
Si somos una especie supuestamente inteligente, ¿por
qué nos comportamos tantas veces de manera tan estúpida?
¿Cómo podemos pasar de unas conversaciones que
desmoralizan a otras que estimulen?
¿Y cómo podemos fortalecer este pensamiento crítico
y contrarrestar la marea de credulidad?
El pensador de Rodin frente al Congreso de la Nación - Argentina
Puesto que la entrevista es
relativamente larga, he optado por hacer un breve resumen en pos de acercarles
lo que en susodicho encuentro se dice. Veamos; acorde con las cuestiones
anteriormente formuladas, tres son las ideas que deberíamos tomar atentamente
en consideración (¡Sapere aude!
conviene gritar mientras tanto, varita de saúco en mano):
a) No puede hablarse apropiadamente de
una inteligencia individual si no se tiene en cuenta el entorno social. Un individuo
se conformará como tal en interacción con el contexto que le circunda y
constituye. Por tanto, en lo que a la configuración de estrategias
cognoscitivas o patrones mentales se refiere, el medio ambiente juega un rol
fundamental.
b) Teniendo en cuenta la premisa
anterior, gran parte de nuestro bienestar es dependiente de la calidad de las interacciones
que establezcamos. Así pues, nuestro grado de bienestar es correlativo a la calidad
de nuestras relaciones; con todo, puede hablarse de una inteligencia individual
y otra colectiva. Al hilo de la noción aquí pronunciada, cabe destacar con fosforescente
venidero de Sortilegios Weasley lo
siguiente: una persona suma o resta potencialmente su inteligencia
según el modo en que sus cualidades y características psicoafectivas
interactúan con otros. Esto nos lleva, si bien recordamos, a otra entrada por
estos espacios virtuales escrita: el
comportamiento ondulatorio de la luz como metáfora de la interacción humana.
c) En una consulta del psiquiatra
americano A. Beck, mujeres varias acudían con síntomas depresivos tras
episodios de fracaso familiar. Las féminas, pese a haber sido víctimas por
distintos motivos, se sentían eminentemente culpables. Dada la situación, el
doctor se cuestionó sobre el porqué de la circunstancia y concluyó lo
siguiente, a saber: la existencia –y persistencia– de creencias básicas no
conocidas, es decir, juicios que dominaban el patrón mental de las pacientes
sin que éstas fueran conscientes de ello, determinaba concepciones fuertemente
alejadas de la objetividad de los hechos. Algunos de estos pensamientos,
digamos, dominantes concernían a
ideas tales como si das
amor, recibirás amor o si eres suficientemente
lista, te querrán. Si atendemos bien estas sentencias observamos que, de
creerlas e integrarlas en nuestra lógica
vital, remiten siempre a una concepción
yoica eminentemente culpable y responsable en demasía de toda ausencia
amorosa.
Consideraciones psicológicas
o filosóficas aparte, esta tercera idea (c) es imprescindible para comprender
cómo se estructura nuestro entramado mental: el carácter predominante
(optimista-pesimista/abierto-contraído) de nuestros pensamientos y, en
consecuencia, actitudes determinará la atribución causal de nuestro bienestar.
Así pues, antes de entrar en la Sala de
los Menesteres cabe articular desde nuestros adentros la siguiente
pregunta: ¿qué pensamientos son los que
habitualmente deambulan por mi mente?, ¿cómo me siento yo con respecto a ellos?
Sobre la base, a su vez,
de las tres ideas anteriores, traemos a colación una última cuestión: habida cuenta de la importancia que
nuestras relaciones con los demás poseen en el enriquecimiento o merma de
nuestras capacidades intelectivas y bienestar subjetivo-colectivo, es necesario
concretar qué hemos de hacer para desarrollar hábitos de pensamiento e
interacción productivos. La respuesta parece sencilla: generar hábitos sanos en un entorno –familiar, cultural,
social,…– igualmente sano. Cada cual
deberá buscar sus propias estrategias, pues toda persona –en su singularidad
única e irrepetible– es un pequeño universo (he ahí el gran reto) .
Todo ello nos motiva a reflexionar
sobre el rol que los pensamientos poseen en la forma en la que reacciona nuestro
cuerpo no sólo socioafectivamente, sino también fisiológicamente. Pero de ello
hablaremos, si cabe, en otro post.
Que el encantamiento patronus les libre del pesimismo de los
dementores3;
JZRP.
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2
¿Quieres saber qué
es un “dementor”?, pincha aquí: http://es.harrypotter.wikia.com/wiki/Dementor